Antonio Ballesteros ha elaborado un registro con todas las propiedades de las plantas.
Mónica Raspal Jorquera, enviada especial a Cuevas de Velasco
A sus 92 años, Antonio Ballesteros asegura que no tiene tiempo de aburrirse y que nunca lo ha tenido porque una inquietud interior le ha llevado siempre a mirar más allá, como en ese arte de origen asiático que consiste en proyectar sombras en la pared. Lo muestra en su casa de Cuevas de Velasco, que más bien parece un museo, donde numerosas raíces, ramas y troncos de árboles se convierten en animales para quien está dispuesto a dejarse sorprender y llevar por la magia.
Antonio Ballesteros en la actualidad junto a parte de su colección de raíces plantas.
En una reciente visita de esta redacción, Ballesteros relató que nació el mismo día que llegó la luz eléctrica al pueblo, un detalle que podríamos considerar casual si no fuera por la claridad y el brillo con el que ilumina todo su presencia. Por lo que él define como otra casualidad de la vida, comenzó a coleccionar especies de plantas recogidas en el campo, donde trabajaba como agricultor. Un amigo le habló de las propiedades curativas de una raíz y se lanzó a buscarla sin saber entonces que llegaría a recopilar las 411 que hoy lucen en frascos de cristal, a modo de botica, etiquetadas con su nombre común y científico, en las estanterías de lo que fue la cocina de su hogar. Y todo acompañado un exhaustivo trabajo de investigación y documentación gracias al que elaboró un registro en papel con las propiedades curativas de cada una de ellas.
Rama que parece un gallo, especialmente cuando se proyecta la sombra en la pared.
En esta misma estancia exhibe el menaje de la antigua cocina en la chimenea (el caldero colgando de sus llares, el fuelle, las planchas...) mientras que en otras atesora fósiles, piedras y vestigios arqueológicos de diferentes épocas hallados en el entorno junto con un árbol genealógico familiar que se remonta al año 1600, también fruto de una ardua tarea de consulta en distintos archivos. Y la antigua cuadra es ahora una inmensa galería etnográfica con aperos para la labranza y otros menesteres que abarcan desde celemines, almudes, yugos, artesas y serones hasta colmenas, moldes para hacer queso y un larguísimo, larguísimo etcétera.
Raíces expuestas por su parecido con una serpiente, una rata y un caballito de mar.
Como a todos aquellos que destacan por salirse de lo común, apunta con una sonrisa que en el pueblo le llamaban loco “hasta que empezó a despertar el interés de la gente y de los medios de comunicación”, pues han sido muchos los que han informado de su curiosa y única colección de plantas. Pero Antonio Ballesteros también trabaja el esparto, sabe de música —toca el armonio, un instrumento parecido al órgano—, fue sacristán de la iglesia durante muchos años y ha publicado varios libros, dos sobre la historia de Cuevas de Velasco y otro con poesías de su puño y letra y una recopilación del folclore del pueblo para evitar que se pierda. Lo ha hecho en un ordenador que sigue utilizando para navegar por Internet y continuar así buscando y descubriendo, pues la luz del conocimiento para las mentes inquietas nunca se apaga.
Sus libros se pueden comprar en la librería Fermín Caballero de Cuenca (c/Fermín Caballero, 13).
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