La arqueóloga Mª José Bernárdez durante la presentación de la cueva.
M. Raspal Jorquera, enviada especial a FITUR (Madrid)
Durante la cuarta y última fase de rehabilitación para la apertura al público de la Cueva del Estrecho de Villares del Saz se está interviniendo en la zona que estará más enfocada al turismo aventura, una visita que discurrirá por un espacio “muy rico en contenidos y en espelotemas” de gran belleza como los llamados moonmilk (leche de luna) —formaciones calizas muy atractivas—, los macarrones (estalactitas tubulares) o las coladas. Estas en algunas ocasiones se han fusionado con los restos óseos de las inhumaciones rituales de la población prehistórica que la ocupó hace más de 4.000 años para identificar la propiedad de la cueva.
Con motivo de su presentación en el día de Cuenca de la Feria Internacional de Turismo de Madrid (FITUR), los arqueólogos que están dirigiendo las excavaciones, Mª José Bernárdez y Juan Carlos Guisado, explicaron que se trata de una cavidad “muy importante” pues "conjuga un gran valor geológico con el arqueológico" propio de un yacimiento de la Edad del Bronce que están estudiando desde hace 10 años. Además, cuenta con el potencial de su
El alcalde de Villares del Saz, José Luis Valladolid, junto a los arqueólogos y los representantes de la Diputación de Cuenca.
A la vez que proyectaban el vídeo promocional, los arqueólogos destacaron las intervenciones realizadas en fases anteriores, cuando se puso el cerramiento de seguridad de la entrada de forma que permitiera el paso de los murciélagos —especies protegidas que se refugian en la cueva—, se construyó la rampa exterior de acceso y se instaló una pasarela interior que permitirá recorrer la cavidad incluso a personas con movilidad reducida, además de la iluminación "básica" con distintos tipos y tonos para mantener el ambiente de cueva y resaltar los elementos más destacados. Muchos de ellos se encuentran en la gran sala "santuario", donde sus moradores enterraban y honraban a los difuntos. También han hallado una gran acumulación de cerámica durante cientos de años, un pozo donde recogían el agua para los rituales y restos de pinturas rupestres simbólicas cuyo significado aún están investigando (ver Alcarria Es Más, 8 de agosto de 2016).
A su juicio, este conjunto de cuevas que cuenta con tres cavidades interconectadas en sentido ascendente y un desarrollo total de 9 kilómetros son un recurso “único” pues la tercera sala que no se habilitará para el turismo alberga muchos más restos arqueológicos como zona de investigación. Bernárdez y Guisado —que también han dirigido la puesta en valor de las minas de lapis specularis en la provincia— siempre han defendido la inversión en recuperar cuevas o minas asegurando que resulta más rentable que la que se destina a otros elementos pues es “relativamente pequeña”, permite crear algún puesto de trabajo y atrae turistas que buscan algo que no existe en otros sitios o que cuenta una historia diferente. Eso sí, remarcan como imprescindible “vender” bien el producto, creando sinergias entre los interlocutores: administraciones, hosteleros y población.