José Luis González Cerezo en su taller de trabajo de su casa en Garcinarro.
M.R.J., enviada especial a Garcinarro
Las piedras simbolizan la perennidad, la invariabilidad, la energía y la fuerza del Universo. Dicen que si hablaran nos contarían muchas historias, de hace millones de años. También dicen que solo hay que saber escucharlas, aunque a menudo no lo hagamos. En los cuadros de José Luis González Cerezo las piedras tienen una nueva oportunidad de expresión transformadas en arte, pues son la materia prima única y protagonista absoluta de unas creaciones realizadas con cientos o miles de pedacitos de vida, como puzles en tres dimensiones en los que todas las piezas encajan. Manifestaciones artísticas extraídas de la propia naturaleza y rebosantes de ella.
Son el resultado de una técnica depurada y perfeccionista y de horas y horas de paciente y delicada tarea —un cuadro en el que solo trabaje los fines de semana y vacaciones le puede llevar hasta dos años— dándoles forma y encajándolas de forma que el espectador apenas se percate de los distintos materiales, pues parte de la magia de cada obra son los elementos que las componen, entre otros mármol, granito, arcilla, e incluso lapis specularis (espejuelo) de la zona para recrear ventanas, siempre en sus colores originales.
Para apreciarlos no sirve una foto, pues el ojo se pierde la perspectiva tridimensional y los detalles minuciosamente definidos, al extremo. La obra de González Cerezo, marmolista de profesión, es para contemplarla muy de cerca, aunque no se plantea exponerla más allá de las paredes de sus casas en la madrileña localidad de Colmenar de Oreja, su pueblo, y Garcinarro, el de su mujer, del que ama la paz y la tranquilidad y donde actualmente tiene su taller de trabajo, que pudo visitar recientemente esta redacción.
Según explicó, cultiva esta afición desde los 23 o 24 años, sin que se le resista ninguna empresa, ya sea la reproducción a escala de la plaza de su pueblo, una versión del Guernica de Picasso o el famoso bisonte de la Cueva de Altamira. El proceso comienza con el dibujo cuadriculado sobre un tablero de conglomerado, continúa con la búsqueda y pulido de las piezas y finaliza con su pegado y fusión, piedra a piedra, en perfecta simbiosis y armonía, como si nunca hubieran estado separadas, como la naturaleza de la que proceden. Y de esta forma, gracias a su poderosa mano creadora, adquieren una nueva vida para seguir contándonos historias...y estas no podemos dejar de escucharlas.
Reportaje emitido el 2 de mayo en el programa Ancha Es Castilla-La Mancha.
Sin comentarios