Redacción
El sábado pasado y el próximo son muchos los pueblos que celebran de ‘Halloween’ por caer la noche del 31 de octubre en martes. Aunque la mayoría piense que esta fiesta ha sido importada de Estados Unidos, lo cierto es que es se trata de una tradición de origen celta que ya se celebraba en nuestra provincia muchos siglos antes y con bastantes similitudes con la actual americana, eso sí, con menos elementos estridentes y consumistas. De hecho, el término ‘Halloween’ es la contracción de la expresión inglesa ‘All Hallows’ Eve’, cuya traducción literal es ‘Víspera de Todos los Santos’, que comenzó a usarse en Irlanda para celebrar el final de la época de las cosechas y el buen tiempo y el inicio del periodo de oscuridad y frío. A ello los celtas añadieron leyendas acerca de espíritus que aprovechaban esa época de oscuridad para regresar y mezclarse entre los vivos con la intención de llevarse algunas almas. Para ahuyentarles y engañarles, los antiguos druidas o magos se disfrazaban de espíritus, encendían grandes hogueras y les dedicaban ofrendas en un ritual que denominaron Samhain o Samagín y que etimológicamente significa "el final del verano". Estos antiguos pueblos celtas celebraban una gran fiesta para conmemorar “el final de la cosecha” y dar la bienvenida al año nuevo. Era el momento en que almacenaban provisiones para el invierno y sacrificaban animales.
Esta tradición se extendió por Centroeuropa y las islas Británicas y llegó a la Península Ibérica con la expansión de los pueblos celtíberos, adquiriendo después un carácter religioso por la influencia católica romana. Sin embargo, en EEUU no desembarcó hasta mediados del siglo XIX de la mano de los emigrantes irlandeses. Posteriormente, en cada territorio le añadieron nuevos elementos como la leyenda de 'Jack el irlandés' —que proviene de la Edad Media y de la que surge el famoso 'truco o trato'— o la calabaza, que sustituyó al nabo por ser más fácil de manipular. También surgieron numerosas tradiciones gastronómicas asociadas a esta época del año, como tomar chocolate con churros y otros dulces y, en España, los buñuelos de viento y las castañas asadas. Nuestro país incluyó como parte del ritual la representación de la obra de teatro Don Juan Tenorio en la noche de difuntos por el protagonismo que en ella tenían la muerte, las presencias fantasmagóricas y la redención de las almas.
Los puches o gachas dulces son un postre típico del día de Los Santos en Cuenca.
Y en concreto en Cuenca las cofradías de ánimas proliferaron en el siglo XVI. Eran entidades entre lo religioso y lo carnavalesco cuyos miembros, los animeros, salían por las calles al son del tambor y la campanilla disfrazados con trajes y lanzas acompañando al "diablo". A modo de ‘truco o trato’, realizaban el 'pidió' a los vecinos que les daban productos o dinero para salvar a las almas del purgatorio y con ello pagaban las misas y entierros de los que fallecían. Además, en muchas localidades siempre ha existido la costumbre de vaciar calabazas e imitar con ellas la forma de una calavera poniendo una vela en su interior para después colocarlas en el monte o en la tapia del cementerio, además de ir al día siguiente a limpiar las lápidas y llevar flores a los difuntos. Y aunque no lanzaran huevos a las puertas de las casas, los niños solían atascar las cerraduras con un pegote de puches, un postre típoco de esta época también conocido como "gachas dulces" que por la mañana costaba mucho trabajo quitar.
En definitiva, ayer y hoy, aquí y allá, se trata de una noche de bromas, de disfraces y de terror para recordar y homenajear juntos a los difuntos.
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