Tras las huellas de una Alcarria por descubrir, la conquense
Consuelo, Tere y Lourdes fueron las voloptenses que compartieron su aprendizaje sobre turismo industrial.
M. Raspal Jorquera
Recorrer Huete de la sabia mano de los voluntarios culturales de su Centro de Mayores, los VolOptenses, es como realizar un viaje en el tiempo. El turista se convierte en un espectador privilegiado del pasado de una ciudad que nadie conoce mejor que ellos porque lo han vivido y se han formado durante 13 años para saber transmitirlo. Con motivo de la celebración del ‘Día Internacional del Voluntariado’ (5 de diciembre) quisieron compartir su aprendizaje sobre ‘Identidad, Industria y Cultura Optense’ regalándonos otra de sus visitas experienciales, donde el asistente no solo mira, también siente; no solo escucha, también sueña; no solo pasea, también vive. Por algo ellos y sus formadoras son los máximos defensores del emoturismo: el turismo de las emociones.
La visita, con numeroso público infantil, comenzó en el Museo de la Fragua.
Así nos lo transmitieron Teresa, Lourdes y Consuelo, las encargadas en esta ocasión de mostrarnos ese patrimonio industrial de ayer y de hoy, relacionado con la tecnología y el trabajo, que no es sino uno de los rasgos que más caracterizan la historia y la cultura de los municipios y que marcan la forma de ser de quienes los habitan.
Ellas nos explicaron que a principios y mediados del siglo XX existían dentro de la ciudad de Huete —además de en la periferia— un buen número de importantes industrias como la quesería —en la que también se hacían sueros para sopas—, un horno hoy centenario que sigue funcionando, varias carpinterías y también fábricas de tejas, de carros y galeras, de mantas y lanas —que primero fueron de sacos— y de gaseosas y sifones.
Una de las rejas de forja modernista en las ventanas de una casa optense.
Las rejas de forja modernista que aún adornan y protegen las ventanas de algunas casas se trabajaron en sus fraguas, una de ellas convertida en museo gracias a su propietaria, la voloptense Lourdes Parrilla, que quiso rendir así un homenaje a su padre, herrero que ejerció su oficio en ese espacio. En ella se conservan el gran fuelle de cuero, el yunque, la hornacha y múltiples herramientas como el tajador, las tenazas y los punteros, junto con obras realizadas en forja.
Consuelo explica el trabajo de carniceros y pellejeros en el lugar en que se ubicaron algunos de ellos.
Además de los carniceros, proliferaban en la localidad los ya desaparecidos pellejeros, que tenían por oficio adobar o vender pieles de los animales y que, en muchas ocasiones, intercambiaban por otros productos, como alambres y cominos. Estos lavaban las pieles en un río que por ello adoptó el nombre de ‘Pellejos’ y usaban naftalina para conservarlas.
Teresa muestra una de las tupidas mantas que se fabricaron en la ciudad.
Dichas pieles tenían múltiples usos, entre ellos el de proteger y decorar las tapas los libros que se imprimían en la ciudad —véase las 'Reales Ordenanzas de Castilla', en el siglo XV— en imprentas como la Cervantes. En la actualidad, de visita obligada es el taller de encuadernación artesanal 'Isabel Leis' para todos aquellos que quieran conocer el bonito oficio de dar forma a un libro.
Lourdes explica los múltiples usos de pieles mostrando una de las que se conservan.
También contaba Huete con destilerías de licores como aguardiente o mistela, un testigo que hoy han recogido las emprendedoras locales de Lavandaña, comercializadoras del primer licor y artesanal que existe en España elaborado con lavanda cultivada en los campos optenses (ver Acalrria Es Más, 3 de julio de 2015). Y es que el presente y el pasado a menudo se saludan y caminan de la mano, como los vecinos y visitantes junto a los VolOptenses, enriqueciéndose con su generosa experiencia y sabiduría. Un conocimiento que, además, nunca pasa factura.
En Huete se imprimieron libros tan importantes como las 'Reales Ordenanzas de Castilla', en el XV.
1 comentario
Qué bien que todavía se puedan ver estas cosas. Muchos de los oficios antiguos han desaparecido y gracias a estas iniciativas las nuevas generaciones tendrán ocasión de saber algo de ellos. Creo que habría que promover más ideas como ésta.
Marcos
