Tras las huellas de una Alcarria por descubrir, la conquense
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José Manuel Navia durante la inauguración de la exposición en la Fundación Antonio Pérez de Cuenca.
M. Raspal Jorquera, enviada especial a Cuenca
“En los pueblos se vive de lo que no se gasta”. Lo dice Vicente Sevilla, que emigró a Madrid con 20 años dejando su pueblo, Saceda del Río, al que regresó para vivir tras jubilarse. Junto a su mujer ha sido retratado por el fotógrafo José Manuel Navia, quien también ha recogido su filosofía de vida, esas sentencias que son la “verdadera sabiduría”, y las ha intercalado con reflexiones de escritores, filósofos y antropólogos como “sustrato básico” y “soporte teórico” para construir su trabajo, pues es la literatura la que le ha llevado a fotografiar. Con esos “mimbres” ha tejido ‘Alma tierra’, una exposición que se puede ver hasta el 12 de abril en la Fundación Antonio Pérez de Cuenca capital, en la que también ha incluido una proyección con unas 180 imágenes captadas desde 2009 por 25 territorios de 8 comunidades autónomas y que se completa con un libro de 158 con un texto del escritor Julio Llamazares (ver Alcarria Es Más, 27 de enero de 2020).
La parada de bus de Olmedilla de Eliz, foto elegida para el cartel de la exposición en Cuenca.
Los oficios de Viernes Santo en la iglesia de Olmedilla de Eliz y su solitaria parada de autobús (solo pasa una vez a la semana si algún vecino lo solicita); una vista entre sol y sombra de Villar del Infantado; una niña usando los ordenadores en la Biblioteca municipal de Priego; un vecino retornado en Portalrubio de Guadamejud junto al interior de una casa deshabitada y la vieja cortina en la puerta con el cartel de ‘Se Vende’ que inspiró el texto de Llamazares; y el tren regional de la línea Madrid-Valencia, periódicamente amenazado, atravesando el paisaje nevado junto a Castillejo del Romeral son algunas de las instantáneas de la Alcarria conquense incluidas en este “doble homenaje”: al pasado, a la memoria de la gente y de la propia tierra pero también a quienes resisten o vuelven a sus orígenes y mantienen ese “hilo de esperanza”.
Matrimonio que ha vuelto a Saceda del Río y vecino de Olmedilla de Eliz.
Durante la presentación de la exposición a la que asistió esta redacción, Navia explicó su interés en reflejar esa cultura campesina que le “fascina” por ser “autónoma”, “irreductible” y “revolucionaria”, ya que sus gentes eran capaces de vivir con poco dinero, produciendo todo lo que necesitaban, y de enfrentar su propia vida y la adversidad, algo que, en su opinión, “nosotros hemos perdido”. Aunque esa forma de vida está “condenada desde el siglo XIX con la revolución industrial” y las ciudades han sido un polo de atracción, el creador matizó que eso no significa el fin de la vida rural ni que esa España se haya vaciado, “por mucho que se empeñen en utilizar ese término”.
Vistas de Villar del Infantado y cortina en casa en venta Portalrubio de Guadamejud.
El fotógrafo considera que la despoblación es un “problema importante y grave” pero se niega a que las personas sean contabilizadas numéricamente sino emocionalmente. “Las pocas no tienen el mismo valor que las muchas, sino más, precisamente por ser menos”, apuntó. Para Navia el territorio no se convierte en paisaje hasta que no lo miran las personas y esa mirada tiene que tener un “cierto compromiso” pues, como decía Miguel Delibes, “¿Qué interés tiene preservar la naturaleza en un parque nacional, si no se encuentra allí a los que saben dar su nombre a la montaña y que, al hacerlo, le dan vida?”.
El tren regional pasando junto a Castillejo del Romeral. “El paisaje conforma la estructura del sentir”.
Por ello, cree que los Gobiernos deberían “alimentar lo que viene de abajo arriba” y, en lugar de apostar tanto por grandes inversiones en infraestructuras, apoyar pequeñas iniciativas. A su juicio, mientras haya gente con un mínimo de vocación y voluntad, el mundo rural va a seguir vivo y ahí las administraciones tienen mucho que decir "no con miles de millones sino con miles de ideas”, que no tienen tanto que ver con el dinero. Así, coincide con uno de los curas que ha conocido en sus visitas a estos pueblos, señalando que “ser optimista en este tema es ser idiota” pero sí hay que ser “esperanzado”. Y es que muchas veces necesitamos dar la vuelta al mundo para descubrir el camino a nuestra aldea.
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