M.R.J., enviada especial a Madrid
El lapis specularis supuso una revolución en la vida cotidiana de los romanos, llevando la luz al interior de los edificios y aislándoles térmicamente, aportando así confort y belleza. Sin embargo, no hay que olvidar que el más transparente se hallaba a considerable profundidad pues su origen es la desalación y evaporación de los lagos interiores, en las entrañas de la tierra, lo que también le confirió un carácter mágico y sobrenatural. El artista Miguel Ángel Blanco la utiliza como material creativo explorando ese lado místico y espiritual en la serie de 23 libros-caja dedicadas a esta variedad del yeso —dentro de su proyecto principal, la Biblioteca del Bosque, compuesta por un total de 1.191— que se muestran hasta el 23 de junio en el Museo Arqueológico Nacional. Como explicó durante su presentación, es la primera vez que este permite una exposición temporal en una sala permanente, y no en una cualquiera, en la del Foro Romano, donde el lapis “ilumina y reclama su lugar en la historia entre dioses y emperadores”.
Vitrinas en las que se exponen libros-caja con lapis de Torralba y Osa de la Vega, entre otros yacimientos.
En las vitrinas pueden verse estas composiciones con espejuelo de distintos yacimientos —entre ellos de los conquenses de Torralba y Osa de la Vega— en las que destaca su carga ritualista y de poder. Del lapis le interesa la “clarivindencia”, los aspectos relacionados con la "visión a través del cristal", su capacidad para captar “imágenes, espectros y fantasmas”, abriendo así una "ventana al pasado histórico y geológico”. Dado que se trata de agua cristalizada, le otorgaban la “virtud mágica de franquear el camino hacia las profundidades, hacia el submundo” como refleja en uno de su libro libros-caja, mientras que otros contienen espejos rotos en los que se reflejan los dioses y emperadores de la sala o hacen alusión a los sacrificios a modo de cuchillos mezclados con resinas y sangre. Blanco recuerda que también lo utilizaban como herramienta de comunicación con los muertos y dioses en maldiciones y bendiciones, grabando nombres en placas que arrojaban a ríos y pozos para que llegase de forma más eficaz al inframundo, pues se disolvía rápidamente.
Miguel Ángel Blanco con el bloque de lapis cedido por Arboleas (Almería) al fondo.
Además, gracias a la colaboración del Ayuntamiento de Arboleas (Almería) y de la 'Asociación Lapis Specularis', el artista ha traído a la sala un bloque procedente de esa mina romana situándolo como “una ofrenda en un altar” que “quiere tomar cuerpo, figura y comunicarse con los dioses Venus, Esculapio, Apolo, Minerva y Livia como Fortuna y los divinizados dirigentes encarnados en bloques vivos de piedra resplandeciente”. En los ausentes pies de estos emperadores ha esparcido fragmentos del mineral procedentes del mismo yacimiento, recordando su uso para embellecer con sus brillantes reflejos eventos sociales de relevancia cubriendo el pavimento, por ejemplo, del Circo Máximo durante los juegos. Por último ha suspendido un tondo u óculo con yeso especular entre Livia y su hijo Tiberio como una “ventana a través de la que penetra en la sala una iluminación sobrenatural que procede del subsuelo”. Según Blanco, esta sala que ilustra el poder político y espiritual de Roma, es ya el espacio más luminoso del museo, también de forma simbólica, reforzando las piezas que hablan de las religiones del Imperio.
Espejuelo espolvoreado a los pies ausentes de los emperadores como ofrenda.
Como complemento, los arqueólogos de la 'Asociación Lapis Specularis' impartirán conferencias y un ciclo de talleres antes de que la exposición viaje al Museo Nacional de Arte Romano de Mérida y a los Institutos Cervantes de Palermo y Nápoles, finalizando en el templete de San Pietro in Montorio de Roma donde instalará un foco de luz desde el suelo que atravesará los cristales. Preguntado por esta redacción acerca de su posible paso por Cuenca, donde se encuentran las mejores minas romanas a “cien mil pasos alrededor de Segóbriga”, el artista señala que nunca se lo han propuesto, aunque sí ha habido algún intento de exponer en el Museo de Arte Abstracto, por ahora sin resultados.
Tondo o ventana de yeso especular entre Livia y su hijo Tiberio.