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17
junio
2020

HISTORIA

La primera guerra carlista en tierras de Torrejoncillo del Rey (I)

El protagonista de esta historia es Zacarías Rugeros, guerrillero y cabecilla de escaramuzas y enfrentamientos, que pasó por el municipio en diciembre de 1838 con las tropas liberales

Guerra carlista en Torrejoncillo del Rey

“Calderote”. 2010. Ferrer Dalmau. El cuadro de La batalla de Villar de los Navarros, hace alusión a los cascos de los soldados cristinos que los carlistas usaron para hacer sopa (“calderote”), en la derrota sufrida en 1837.

Carlos Cuenca Arroyo, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Torrejoncillo del Rey

Esta apasionante nueva historia comienza con el personaje de Juan Vicente Rugeros, alias “Palillos”, uno de los líderes del carlismo manchego en la primera guerra carlista. Natural de Almagro, Vicente Rugeros, comenzó su vida militar en el siglo XIX cuando se incorporó voluntario en el ejército del Rey Fernando VII (1784 – 1833), ascendiendo hasta comandante de caballería en las guerrillas realistas, si bien regresó a su pueblo natal licenciado con el grado de teniente cuando en 1823 Los Cien Mil Hijos de San Luis repusieron al poder al “Rey Felón”, poniendo fin al llamado Trienio Liberal.

Cuando el pretendiente D. Carlos Mª Isidro de Borbón (1788–1855) reclamó el trono legítimo a la muerte de su hermano “el Deseado”, y a raíz del pronunciamiento en Talavera de la Reina el 2 de octubre de 1833 por D. Manuel María González, al mando paradójicamente de un grupo de Voluntarios Realistas (esta población toledana fue testigo del primer estallido de lo que enseguida se convirtió en la cruenta y más larga guerra civil española de tiempos contemporáneos), nuestro belicoso personaje se abrazaría a la causa Carlista en La Mancha, como harían tantos otros Voluntarios Realistas, desafectos ya con el felón y contrarios a La Regencia de su esposa S. M. la Reina Mª Cristina de Borbón (1706–1868).

Inicialmente el almagreño formaría una pequeña partida de voluntarios a la que se uniría su hermano Francisco Rugeros, y también su hijo Zacarías, llegando en 1834 a contar con un ejército bien formado y disciplinado estructurado en partidas que mantendrían en jaque a las tropas cristinas, utilizando las tácticas de lucha de guerrillas ya practicadas por el gran general vasco Zumalacárregui (1788–1835) en Navarra; llegando en sus primeras expediciones a las mismísimas puertas de Madrid. Sería la “Partida de Palillos”, y se convertiría en la típica imagen del temible guerrillero español del mundo rural. O en faccioso y bandolero, en el relato vencedor liberal.

En muchas de sus numerosa valerosas acciones, generalmente en desventaja, donde casi no hubo lugar de la mesta manchega donde no realizaran sus batidas, las partidas de “Palillos”, una de las más destacadas unidades a caballo que levantaron pendón bajo la causa “legítima” de D Carlos, en ocasiones se comportarían con crueldad, con fusilamientos y saqueos en las localidades que asaltaban, como los sucesos de Calzada de Calatrava en Ciudad Real; si bien las represalias del ejercito liberal, con el propio general Ramón María Narváez (1799 – 1868) a la cabeza, no serían menores, apresando y fusilando en julio de 1838 en la plaza de Almagro al hermano del jefe carlista, Francisco Rugeros, delante de todo el pueblo; o fusilando a la madre de estos en las inmediaciones de la Puerta de Granada de Ciudad Real el 11 de octubre de 1839, tratando así de forzar la rendición del cabecilla “Palillos”. Como en todas las guerras civiles, las represalias sobre las familias de los contendientes, tanto de liberales como carlistas, fueron muy frecuentes y cargadas de excesos.

La partida de Vicente Rugeros, como la de su hijo de quien ahora hablaremos, también lucharía por la alcarria y serranía conquense (1838) uniéndose a la partida de uno de los más audaces lugartenientes de Cabrera –de quién más adelante hablaré-, la del valiente D. José Domingo Arnau (1813 – 1883), si bien esta unión no duró mucho, ya que ambos jefes discutieron y el cabecilla manchego optó por regresar a sus guaridas. Perdida la guerra, derrotados los ejércitos carlistas, en 1840 huyó a Francia, donde poco después moriría en Lyon.

Pero no será “Palillos padre” el protagonista de nuestra historia torrejoncillera, sino su hijo ya citado Zacarías Rugeros, cabecilla de una de las partidas que entre sus muchas escaramuzas y enfrentamientos con las tropas liberales “visitaría” Torrejoncillo del Rey.

Pero antes tenemos que traer aquí la breve nota que sobre “las guerras carlistas” dedica D. Julián Balsalobre en su libro, al que como es habitual recurro con tanta frecuencia, Torrejoncillo del Rey. Su presente. Su pasado. El maestro escribía así:

"En el pueblo había partidas de ambos bandos pero, al parecer, ningún acontecimiento de importancia ocurrió en nuestro pueblo.
Tengo entendido que las tropas Carlistas hicieron acto de presencia en nuestro pueblo una sola vez.
Un capitán de caballería, con un reducido número de soldados, llegó al pueblo procedente de Horcajada de la Torre, atravesando los llamados Llanos de Horcajada, bajando por la cuesta de Pinchaires. Una vez en el pueblo, preguntaron por el sr juez, en aquel tiempo D. Remigio Balsalobre Cano, al que pidió la entrega del registro civil. Una vez en su poder, sacó un pomillo o frasco de bencina que llevaba en su poder, con la que roció los libros y prendió fuego. Un vez que estos ardieron atentamente se despidieron y marcharon por el mismo camino que habían traído.
El hecho más notable que se produjo cerca del pueblo fue el encuentro de Montalbo, donde el comandante Urrea, con unos 50 caballos, batió a 90 jinetes mandados por el cabecilla Zacarías Palillo, matando a éste, a su segundo, el capitán Zaragoza, y causándole otros veintitantos muertos y algunos prisioneros."

Este guerrillero carlista de la temible facción de “Palillos” atravesó la Mancha Alta y Manchuela de Cuenca en diciembre de 1838, y efectivamente pasó por Torrejoncillo del Rey en dirección a Montalbanejo, imagino luciendo altanero su bonito y popular estandarte de la facción y dando vivas a D Carlos V, continuando camino a otras localidades como Valera de Abajo y Gabaldón.

Ignoro desde dónde provendría Zacarías “Palillos” a su paso por Torrejoncillo, e incluso si se trata del mismo capitán de caballería, con un reducido número de soldados al que hace referencia nuestro ilustrado paisano en su primer párrafo, al no indicarse fechas, pudiendo incluso referirse a la acción de José Santés Murgui o alguna otra en la 3ª Guerra Carlista (1872 – 1876) como más adelante trataré de narrar, y principalmente al escribir en sus notas que después de espoliar los archivos judiciales del pueblo, la partida volvió sobre sus pasos tomando la Cuesta de Pinchaires en dirección a los llanos de Horcajada de la Torre, cuando parece ser que el carlista Zacarías no retornaría, avanzando por el contrario en su aventura bélica hacia La Tierra de Alarcón. Sin ánimo de hacer historiografía, el manchego pienso que no tuvo el rango de capitán, aunque bien es cierto que en muchos relatos se escribe como los cabecillas carlistas “capitaneaban” partidas.

Guerra carlista Torrejoncillo del Rey

Estandarte de la “Facción de Palillos”, bajo el lema “A Don Carlos V, defensor de la religión y la legitimidad” con las siglas A.L.V.D.L.M. significando “A los voluntarios de La Mancha”.

Este avance de Zacarías por nuestra provincia lo cortaría firme el teniente de caballería de la Guardia Real D. Juan Bautista Pozas, donde en una refriega en un bosque entre Enguídanos y Parcuellos desbarató la partida del faccioso “Palillos hijo”. Así lo narraba la prensa liberal de la época:

Guerra carlista Torrejoncillo del Rey

Eco de Comercio de 10 de Diciembre del 1838. Incursión de la facción “Palillos” en Torrejoncillo del Rey.

Por el contrario, sí he encontrado referencias acerca de la muerte de Zacarías Rugeros tal y como la describe D Julián en nuestro libro de cabecera para hurgar de manera rápida y fehaciente en la historia de Torrejoncillo del Rey, y que se produzco como se indica en la Acción de Montalbo, en concreto entre los términos de El Hito y Almonacid del Marquesado (en algunos documentos, por error, el hecho se emplaza en Almonacid de Zorita), apenas un mes después de su encuentro con las tropas liberales entre Enguídanos y Paracuellos. El día 9 de febrero de 1839 la partida fue atacada por el teniente de cazadores de la Guardia Real D. Esteban Urrea Portillo, que precisamente llegaba desde Valparaíso y el término de Torrejoncillo del Rey hacia Montalbo partiendo desde Cuenca el día anterior, desmantelándola en el enfrentamiento y dando así muerte a nuestro protagonista y a otros 24 hombres más de la partida carlista manchega, haciendo también numerosos prisioneros y requisa de armas, incluso cayendo mortalmente herido “el famoso Cura de Malagón”. Lamentamos también la muerte de un caballo, seguro ajeno a estas batidas intestinas entre españoles. Así lo publicaba la Gaceta oficial:

Guerra carlista Torrejoncillo del Rey

Gaceta de Madrid de 11 de febrero de 1839. “Acción de Montalbo”

En definitiva, nuestro pueblo fue testigo del paso del carlista Zacarías y unos días después del cristino teniente Urrea siguiendo sus pasos y la acecho como buen militar, hasta el encuentro en El Hito, con el triste final que comento, en esta terrible guerra que duraría siete años, de largas y penosas expediciones (las marchas carlistas, en su estrategia de guerra de guerrillas, podían recorre varias leguas en un solo día, en rutas generalmente erráticas) que dejaban un rastro de saqueos, robos, represalias y fusilamientos, en villas y pueblos, donde muchos quedaban arrasados al paso de los perseguidos o de los perseguidores, según la suerte de bando elegido por el pueblo en sus vítores y hurras, o mueras, o tirando por lo práctico, según las necesidades de la tropa; de constantes y numerosos encuentros que se desarrollarían cruelmente, al ser pocos los combates en campo abierto entre ejércitos formados, aunque los hubo, como la Batallad de Cañada del Hoyo o la Batalla de Carboneras de Guadazaón en nuestra provincia de Cuenca, y que Miguel Romero narra en su libro Las Guerras carlistas en Tierra de Cuenca. 1833 – 1876, de quien he tomado prestado el título para este trabajo sobre la primera en Torrejoncillo del Rey.

Y he dicho triste final, pues no deja de ser la del joven manchego Zacarías, como las tantas que se producirían en esta guerra, una muerte de compatriotas (sólo en la Batalla de Carboneras fallecieron 1.600 soldados), en la que una vez más España dirimió sus diferencias a base de mamporros y derramando mucha sangre; y sobre todo en este convulso –y a la vez tan fascinante- siglo XIX en el que la Nación estuvo prácticamente en guerra 75 años entre sus hijos, hasta el pronunciamiento de Martínez Campos que daría paso a La Restauración Española cortando esta deriva de guerras civiles, al menos durante un puñado de décadas.

La Primera Guerra Carlista se zanjó con el famosos Abrazo de Vergara, entre el general liberal del Gobierno de La Regencia D. Baldomero Espartero y el general de los ejércitos carlistas del norte D. Rafael Maroto, en agosto de 1839 (aunque la guerra aún se alargaría algunos meses más por la resistencia carlista, hasta la primavera de 1840 cuando Espartero entra en Morella); y dejo tras de sí esta guerra fratricida, según algunos historiadores, la muerte de más de 130.000 combatientes, sin tener en cuenta la innumerable cifra de civiles afectados.

Pero quiero volver y detenerme en el párrafo de las notas de D. Julián, con la salida y entrada del pueblo en la misma acción y día del misterioso capitán, ya que tal y como las plantea parece tratar esta incursión y la Acción de Montalbo como dos hechos diferentes y separados en el tiempo, con lo que me voy a tomar la licencia de plantear una posible hipótesis sobre la base de la expedición carlista del capitán D Juan de Dios Polo y Muñoz de Velasco, realizada un año antes de los hechos de “Palillos”, y que atravesó Cuenca de parte a parte en el invierno de 1837, y que quizás bien podría haber pasado por Torrejoncillo del Rey. Fantaseemos.

El capitán Polo, tras un fallido ataque en febrero de 1837 a la turolense villa de Montalban, inició una expedición relámpago desde la localidad de Daroca a Castilla La Nueva, adentrándose estimo por Molina de Aragón, al encontrase a tan solo 10 leguas y ser un paso frecuente del Maestrazgo a Castilla -como la conquense Salvacañete desde la Sierra de Albarrazín y en el vértice de Los Tres Reinos- hasta plantarse en nuestra vecina Huete apenas un mes después, en marzo, imponiendo a los cascos de los caballos nada más y nada menos que unas 50 leguas. Aquí apresó y se llevó como prisioneros a los electores de las nuevas Cortes extraordinarias que se convocaron nuevamente tras el levantamiento de los sargentos de La Granja y donde se sancionaría por la Reina Gobernadora la Constitución de 1837. Más tarde llegaría a Trillo a escasas 20 leguas de la Capital, sin encontrar ninguna oposición, pese a lo cual decidió dar media vuelta, y continuar su fulgurante marcha por la alcarria hasta Brihuega, que saquearía, para regresar y refugiarse nuevamente en sus campamentos en el Maestrazgo. Hasta aquí los hechos averiguados.

Mi incierta conjetura es la de que el protagonista de este nuevo acontecimiento, el capitán Polo, en su camino a Huete, bien podría haberse adentrado en Torrejoncillo del Rey en marzo de 1837, y tratar igualmente de dificultar las elecciones a Cortes quemando los libros de registro civil: Una vez en el pueblo, preguntaron por el sr juez, en aquel tiempo D. Remigio Balsalobre Cano, al que pidió la entrega del registro civil. Una vez en su poder, sacó un pomillo o frasco de bencina que llevaba en su poder, con la que roció los libros y prendió fuego. Un vez que estos ardieron atentamente se despidieron y marcharon por el mismo camino que habían traído.

Si observamos el mapa de Castilla La Nueva de 1845 que consta en los archivos del Instituto Geográfico Nacional y que me sirve de guía, la primera plaza conquense a la que dirigirse con garantías para el abastecimiento de la tropa (dos batallones y 250 caballos) capitaneada por Polo tras la salida de la comarca del Señorío de Molina, sería la serrana Beteta. Miguel Romero, en su citado libro sobre Las Guerras Carlistas en Tierra de Cuenca, escribe: “Zonas como la serranía conquense, serían sede de las actuaciones guerrilleras, apoyadas en su orografía montañosa, y de establecimientos estables de guarniciones del ejército carlista, como sucedió en Beteta y Cañete”. Efectivamente, estas dos emblemáticas localidades, llenas belleza y encanto, fortificadas, enclaves significativos a lo largo de todo su pasado histórico, fueron plazas fuertes carlista como al citada de Salvacañete, hasta el punto que incluso finalizada la guerra tras la toma de Morella por Espartero, resistirían hasta las últimas consecuencias para estas villas. De Cañete, tras la caída de Morella, el historiador conquense, escribe “la decisión final fue mantenerse en Cañete hasta el final y luchar a muerte si era necesario, enarbolando la conocida bandera negra”.

De Beteta en el Alto Tajo, seguiría con su incursión hacia la Alcarria conquense en este imaginario derrotero, no contrastado nada más que en mi magín fantástico, hacia el sureste, evitando la correosa Cuenca, bien pertrechada y guarnecida desde el amago de la toma de la ciudad en la expedición del general Miguel Gómez en el año anterior, como más adelante contaré y en la que de nuevo Torrejoncillo del Rey se vería implicado en esta locura de partidas y contrapartidas de guerra civil.

Guerra carlista Torrejoncillo del Rey

Banderas y estandartes carlistas. Litografía del siglo XIX.

Por tanto, en su periplo por la provincia, camino de nuestra comarca, y evitando claro está la capital, la ruta lógica por el carlista hacia Horcajada de la Torre por la que entrara en nuestro pueblo, sería la de Cañamares, para adentrase en términos de Las Villas de la Ventosa, Castillejo del Romeral, Los Valdecolmenas…, hasta llegar al Gigüela por Pineda, antesala de la pedanía.

Al fin, en los llanos de Horcajada, divisada la torre de la antigua iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, el capitán acariciaría su botecillo de bencina resguardado en el bolsillo de su ajada casaca, percibiendo el agradable olor del triunfo, al anticipar en sus ojos el brillo de los libros judiciales ardiendo. O quién sabe si apostado en su caballo en la Plaza de Armas, seguido de un puñado de hombres cansados, antes de bajar al pueblo por el camino de Pinchaires, con sus negras banderas ondeando al viento, el carlita quizás sintiese el vértigo del campo abierto al divisar la amplitud de La Mancha desde Torrejoncillo del Rey a sus pies, en ese horizonte que no termina que es la meseta, y tras finalizar su intrépida e inútil misión en el pueblo, diera media vuelta para adentrase de nuevo al resguardo de la Alcarria, huyendo Dios sabe de qué fantasmas o buscando nuevas hazañas por tierras más recogidas e inhóspitas.

Continuando en este trazo imaginario de rutas por La Alcarria, y tratando de insistir en buscar una salida lógica a lo escrito por nuestro paisano D Julian, pudiera ser en otra 2ª hipótesis que planteo en esta locura mía cartográfica, que el capitán recorriera de forma expeditiva la ruta a Huete desde Daroca, en el Maestrazgo, atravesando el Señorío de Molina hasta la carlista Beteta, y pasando quizás por los municipios de Villaconejos del Trabaque, Cañaveras, Gascueña…, entretenida la marcha con algún descanso y aprovisionamiento o saqueos, y tomar sin mayor impedimento militar Huete, sentando aquí, en nuestro Alfoz, campamento donde abastecer y pertrechar sus batallones, y desde donde realizar algunas esporádicas y rápidas incursiones en los pueblos de la comarca de la Alcarria Baja, como la citada por el maestro a Horcajada de la Torre y Torrejoncillo del Rey a seis leguas de la muy noble y leal ciudad, para regresar a esta provisional e incierta base de descanso, hasta que decidiera proseguir con su fugaz expedición, portando a los pobres parias electores optenses.

Guerra carlista Torrejoncillo del Rey

Mapa de Castilla La Nueva de 1845. IGN. Expedición en la provincia de Cuenca de Juan de Dios Polo. Febrero–Marzo de 1837: Daroca–Molina–Beteta–Huete–Buendía–Sacedón–Trillo-Brihuega (Ruta roja) Hipótesis 1ª: Incursión a Torrejoncillo del Rey desde Beteta por Horcajada (Ruta verde) Hipótesis 2ª: Incursión a Torrejoncillo del Rey desde Huete por Horcajada (Ruta azul).

Hasta aquí estas acciones de la 1ª Guerra Carlista en Tierras de Torrejoncillo del Rey, ciertas algunas tal y como se reflejan en los escritos, prensa, libros y documentos de historia que he revisado; imaginarias otras, planteadas por mí como hipótesis noveladas y únicamente basadas en indicios y mucha fantasía sobre apenas unas notas de nuestro querido y viejo maestro ilustrado y en las expediciones o incursiones en Cuenca de las caballerías carlistas y cristinas, como así he querido denominar a las tropas y partidarios del pretendiente D. Carlos V y de la Reina Gobernadora M.ª Cristina de Borbón.

Guerra carlista Torrejoncillo del Rey

El infante Carlos María Isidro de Borbón y María Cristina de Borbón, reina de España. Hacia 1823. Óleos de Vicente López Portaña. Museo del Prado de Madrid.

¡Pero no serán las únicas! Dejo otras osadas, intrépidas, e inciertas acciones carlistas, interesantísimas de cualquier modo, y que al grito de ¡Dios, Patria, Fueros, y Rey!, en los impredecibles giros de sus expediciones por la península, trazando ángulos imposibles para la topografía del terreno -unas veces por la osadía militar, otras por la presión de los generales de las tropas cristinas-, se verán involucrados en uno u otro bando las gentes de Torrejoncillo del Rey, o afectado su término y comarca, para una segunda parte de este trabajo de un periodo tan apasionante por conflictivo de la historia de España, y que tanto me fascina.

En Cuenca, confinamiento de mayo de 2020, a 180 años del fin de la 1ª guerra civil Carlista.
Carlos Cuenca Arroyo, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Torrejoncillo del Rey.

BIBLIOGRAFÍA:
www.lavoz.circulocarlista.com
www.ciudad-real.es
www.cuadernosmanchegos.com
El pronunciamiento carlista de Talavera de la Reina, por Felix Rubio Lopez de la Llave. Diputación de CR. 1987
Cabrera y compañía. Los jefes del carlismo en el frente del Maestrazgo (1833-1840). Antonio Caridad Salvado.
Panorama Español. Obra Contemporánea. 1845
Las Guerras carlistas en Tierra de Cuenca. 1833–1876. Miguel Romero Saiz. 1994
Hombres ilustres de Almagro. Francisco Asensio Rubio. 2014
www.museodelprado.es
www2.ign.es
www.congreso.es
augustoferrerdalmau.com
www.abc.es/historia
www.todocoleccion.net
www.villardecanas.es

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